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¿Te cuidas como mereces?

Un nuevo “curso” judicial está en marcha y, a estas alturas del año, a muchos de nosotros nos puede resultar difícil recordar los momentos de disfrute y desconexión saludable que pudimos experimentar en vacaciones.

La vuelta a las rutinas cotidianas y el ritmo frenético de los profesionales de la Procura para poder sacar adelante el trabajo que se va presentando día a día ponen en peligro lo más valioso que podemos tener: nuestra salud y nuestro bienestar. Sin ellos, perdemos la capacidad de sostener el alto rendimiento que exige esta profesión.

Ahora bien, pese a todos estos condicionantes y agentes externos, es responsabilidad nuestra cuidarnos para facilitarnos unas condiciones físicas, mentales y emocionales más equilibradas y sostenibles, aunque no todos aprendimos a hacerlo demasiado bien. Curiosamente, el patrón del autocuidado se desarrolla a partir de las atenciones recibidas en las primeras etapas de la vida aunque, obviamente, hayan cambiado las circunstancias y el contexto de cada persona en su edad adulta. Generalmente, si esa atención fue negligente o ausente, el “niño-adulto” aprenderá a tratarse de un modo similar. Sin embargo, eso no implica que no podamos restablecer un buen patrón de autocuidado y que, a lo largo de nuestra vida, seamos capaces de integrar recursos y mecanismos que promuevan un desarrollo saludable de la persona en el conjunto de nuestro sistema mente-cuerpo.

Llegados a este punto, nos podemos preguntar: cuando las cosas se tuercen, en los momentos o etapas de dificultad, en los días de más estrés, ¿cómo me cuido? ¿Qué me digo a mí mismo/a para reconfortarme o darme ánimos?

Seamos sinceros y realistas: precisamente cuando necesitamos más autocuidado y un trato más amable hacia nosotros para transitar por la dificultad, nos resulta más complicado prestarnos este tipo de atención. Tratamos de sobrevivir al momento, al día o aguantar lo indecible durante semanas o incluso meses, sin pensar en las consecuencias y sin considerar siquiera los beneficios de un break a tiempo para rescatarnos y recomponernos.

Yo mismo viví en primera persona las consecuencias de una nefasta gestión del estrés y de un inexistente plan de autocuidado. Así es como mi ajetreada y desbordante vida de abogado desembocó en una depresión mayor que me mantuvo varios meses de baja y que me llevaría a tomar una decisión radical: dejar el ejercicio de la profesión y formarme como instructor de Mindfulness, compartiendo mi experiencia y mi aprendizaje con tantas otras personas que, como yo en su día, se hallan inmersas en “zonas de riesgo”, y cuyo ritmo de vida aconseja tomar conciencia para cuidarse de verdad y evitar males mayores.

¿Qué es en realidad el autocuidado?

Podría definirse el autocuidado como aquella actitud proactiva que asumimos para proteger nuestro propio bienestar y desarrollar la capacidad, las herramientas y los recursos para responder en los períodos de estrés de modo que no generen un desequilibrio que desemboquen en una crisis de salud. Además, y no menos importante, el autocuidado es el sendero hacia la felicidad.

El cuidado personal o autocuidado implica preguntarse a uno mismo “¿qué necesito?” y seguir adelante con la respuesta honesta que emerja. Puede ser algo tan –a priori– básico como irse a la cama más temprano tras una jornada dura de trabajo, o algo no tan sencillo como reflexionar sobre los beneficios a largo plazo de algunos de los hábitos saludables que nos hemos propuesto implementar en nuestra vida.

El autocuidado no tiene tanto público como nos podamos imaginar. Resulta mucho más sencillo buscar una satisfacción rápida y momentánea (me gusta llamarlo “bienestar coyuntural”) que plantearse un verdadero autocuidado que implica cierta disciplina, con resultados más consistentes y visibles en el medio y largo plazo (lo que yo denomino “bienestar estructural”). Por este motivo, el placer instantáneo y provisional tiene un componente de autoindulgencia frente a la energía y la motivación que se precisa para llevar un estilo de vida más saludable que no es lo que más apetece cuando estamos más apurados y funcionamos con la reserva de combustible.

Cuidarse no es ser egoísta

Por definición, el cuidado personal implica hacer lo que es bueno para nosotros: aumentar nuestra resistencia física y emocional, mejorar nuestra autoestima y desarrollar la resiliencia. Para cultivar el autocuidado hay que mantener un equilibrio entre el compromiso, la pasión y un trato amable hacia nosotros, trabajar un área sin descuidar otras partes de nuestra vida manteniendo una actitud positiva a pesar de los desafíos personales. Aunque las actividades de cuidado personal generan mejoras en nuestras vidas y tienen efectos beneficiosos a largo plazo, no siempre son apetecibles ni divertidas.

Podemos llegar a sentirnos culpables por el mero hecho de dedicar tiempo a cuidarnos. El cuidado personal nos pone a nosotros mismos como prioridad y esta circunstancia a menudo entra en conflicto con nuestro aprendizaje, nuestra cultura y con algunos paradigmas de nuestra sociedad. Por ejemplo, la idea de que para ser un buen amigo, padre, pareja, jefe o compañero de trabajo tenemos que poner a los demás en primer lugar. Desde este punto de vista, el autocuidado se concibe como un acto de egoísmo o egocentrismo.

En cambio, si abrimos la perspectiva y comprendemos el efecto que puede desplegar nuestro bienestar no solo hacia nosotros, sino hacia nuestra familia, nuestro entorno laboral, nuestros valores o la naturaleza, nos estaremos conectando con la auténtica esencia de cuidarse.

Recuerda:


Un autocuidado positivo nos va a ayudar a valorarnos y querernos más, mejorando nuestra salud física, mental y relacional, evitando conductas autodestructivas y de rechazo hacia uno mismo y va a repercutir positivamente en nuestro entorno.


Tres razones para elaborar nuestro plan de autocuidado

Un plan de autocuidado es una herramienta de uso personal, pensado por y para uno mismo, sin tener que equipararse necesariamente a lo que le funciona a nuestro vecino o compañera de trabajo (por ejemplo, salir cada día a correr a las 7 de la mañana). La eficacia del plan de autocuidado radica en diseñar –con dosis de ilusión, realismo y honestidad– aquellas actividades y acciones que puedan proporcionarnos espacios para cultivar nuestro bienestar. Para mí, sin ir más lejos, salir a caminar con mi preciosa perrita Onna (algo distinto de “sacarla a pasear”) es un momento de autocuidado muy especial y nutritivo.

En realidad, las formas de activar el cuidado personal pueden ser variadísimas. Lo esencial es conectar con la intención (“me cuido porque eso me ayuda a sentirme mejor conmigo mismo y con los demás”) y desplegarla en las actividades que sean, siempre que permitan promover el bienestar, una buena salud.

Podríamos destacar tres razones por las que es recomendable elaborar un plan de autocuidado:

  • Es un mecanismo de prevención. Definir el plan de cuidado personal a través de la toma de conciencia, en un momento en el que no estamos en crisis, nos permite poner el foco en lo que cada uno puede necesitar y los recursos a los que puede acceder cuando lo está pasando mal.

  • Disipa las dudas de qué hacer y dónde acudir en momentos de crisis, aportando la seguridad de quien tiene claro lo que hay que hacer en situaciones críticas. Con el plan a punto nos sentiremos más en control de las circunstancias y la vida no resultará tan caótica en esos puntos álgidos.

  • Ayuda a mantener el rumbo del cuidado personal y a no caer en la trampa de las excusas y la autoindulgencia.

Un plan de autocuidado va emergiendo de nuestra propia experiencia. Por medio del ensayo y error vamos tomando conciencia de aquello que nos sienta bien, nos ayuda a conectar con el descanso y la recuperación y, por otra parte, detectamos otras cosas que no contribuyen a nuestro cuidado personal y que posiblemente podríamos afrontar de otro modo.

Puede resultar útil tomarse un tiempo de reflexión para escribir en un papel uno o más momentos al día en que nos podemos dedicar a una actividad –aunque no sea muy extensa ni necesariamente intensa– como un regalo hacia nosotros mismos. Desde esta toma de conciencia, seguramente nos daremos cuenta de algunos momentos o espacios propicios para formar parte del plan de autocuidado.

La sostenibilidad de un plan de autocuidado no se parece mucho a la clásica lista de propósitos de Año Nuevo en la que, de un modo mágico, nos creemos capaces de ir al gimnasio tres o más días a la semana, leer uno o más libros al mes, empezar una dieta para perder algunos kilos de más, aprender un idioma con clases online, practicar meditación o yoga al levantarnos cada día o decidir no llevarnos nunca más trabajo a casa los fines de semana. La sostenibilidad del plan de autocuidado empieza por ser realistas, honestos con nosotros mismos y tratarnos con amabilidad, igual que haríamos con alguien a quien apreciamos.

Más es menos

Un plan personal debe ser viable y progresivo, adaptado al momento vital y al día a día de cada persona, compuesto de pequeñas acciones de autocuidado que apoyan todo lo que ya estamos haciendo a lo largo de la jornada.

¿Qué aspectos comprende un plan de autocuidado?

Para elaborar un plan de autocuidado podemos considerar diversas áreas de nuestra vida relacionadas con la dimensión física, intelectual, emocional, social y espiritual, a las que debemos proporcionar atención y cobertura.

A modo de invitación, sin ánimo de ser exhaustivo ni excluyente de otras opciones que cada uno pueda plantearse, propongo estas acciones de cuidado personal para las diversas áreas mencionadas:

AUTOCUIDADO FÍSICO

El autocuidado físico consiste en atender las necesidades de nuestro cuerpo para proporcionarnos bienestar y liberar las tensiones que se acumulan a causa del estrés, perjudicando las funciones vitales de nuestro organismo.

  • Duerme las horas necesarias para conseguir un descanso reparador.

  • Crea tus propias pausas, escuchando las necesidades de tu cuerpo.

  • Mantén una dieta equilibrada y come con regularidad.

  • Hidrátate con frecuencia.

  • Considera el tipo de ejercicio físico que puedas asumir, en función del tiempo disponible como de tu condición física, sin proponerte imposibles.

AUTOCUIDADO INTELECTUAL

Cuidar de nuestra dimensión cognitiva es importante para mantener la mente activa y sana, estimulando nuestra capacidad de pensar a nivel creativo, crítico y racional.

  • Aprende algo nuevo, activando la curiosidad.

  • Mantén tu formación personal o profesional para estar al día, adquirir nuevas habilidades o refrescar y potenciar tus competencias.

  • Lee con regularidad.

  • Permítete salir de tu zona de confort con actividades o tareas fuera de tus rutinas.

  • Practica alguna afición, juegos de destreza mental, manualidades o actividades que pongan en marcha tu creatividad.

AUTOCUIDADO EMOCIONAL

Nuestras emociones son un mecanismo interno que facilitan nuestra relación con las experiencias vitales y nos ayudan a vivir. Por ello, es importante mantenernos conectados con nuestro mundo interno, honrando cada una de las emociones que podamos sentir para poder conocernos mejor y regularnos de forma adaptativa y funcional.

  • Pide apoyo psicológico si lo necesitas.

  • Trátate con cariño y compasión en los momentos difíciles, igual que tratarías a un ser querido que se encontrase en la misma situación.

  • Permítete conectar con tus emociones, aceptándolas sin juzgar, recordando que cada emoción tiene una función y sentido, según las circunstancias.

  • Aprende a decir que no.

  • Pasa tiempo con aquellas personas que sean un soporte emocional para ti.

AUTOCUIDADO SOCIAL

Como seres sociales que somos, necesitamos el contacto con otras personas, construir y consolidar relaciones positivas y de soporte, sentirnos valorados y poder compartir nuestros sentimientos para darnos cuenta de que no estamos solos en las dificultades de la vida.

  • Sal con los amigos.

  • Mantén el contacto con los seres queridos o amistades que están lejos.

  • Entabla conversaciones con personas interesantes y gente que no conozcas.

  • Apúntate a una actividad en grupo para aprender algo nuevo y conocer otras personas.

  • Aléjate de las personas tóxicas.

AUTOCUIDADO ESPIRITUAL

El autocuidado espiritual consiste en conectar con los valores personales y lo que realmente es importante para cada uno, tratar de estar en paz con uno mismo, sintonizar con nuestras necesidades y propósitos para que nuestra vida tenga más sentido y sintamos más satisfacción y plenitud.

  • Practica meditación o actividades de introspección.

  • Vive en sintonía con tus necesidades y valores.

  • Cultiva la gratitud, la humildad y la compasión.

  • Haz algún servicio social para la comunidad.

  • Sal a la naturaleza.


16 señales que revelan un autocuidado deficiente

  • Duermo menos de lo que necesitaría.

  • Me alimento mal.

  • No hago ejercicio físico.

  • Me abandono en el cuidado personal.

  • El deber está antes que el placer.

  • Llego a agotarme haciendo cosas porque no sé parar.

  • Siento que me tratan injustamente y no entiendo por qué.

  • No soy capaz de decir que no.

  • Puedo llegar a disculpar cualquier cosa que me hagan.

  • Si me dicen cosas positivas sobre mí, digo algo para neutralizarlo, como: “No es para tanto”.

  • Los elogios me hacen sentir incómodo/a.

  • Me guardo los problemas para mí.

  • No soy capaz de pedir ayuda.

  • Me critico internamente todo el tiempo.

  • No dedico tiempo a actividades agradables o divertidas.

  • Creo que gastar el tiempo en uno mismo es egoísta.

Un cuento inspirador sobre la necesidad de cuidarnos:

La historia del leñador y el hacha

Dicen que una vez un leñador muy trabajador se presentó a una oferta de empleo en un bosque. Viendo su motivación y su energía, le contrataron enseguida. El jefe le dio un hacha y le mando a cortar árboles.

Cuando acabó el primer día, el dedicado leñador había conseguido traer 15 árboles, una cifra impresionante. Pero el hombre era muy trabajador y quería demostrar que podía hacerlo todavía mejor, y el día siguiente salió a batir su récord. Sin embargo, al finalizar el día, solo pudo volver con 12 troncos.

Conforme iban pasando los días el leñador se esforzaba por superarse, pero pese a gastar tanta energía, cada vez volvía con menos árboles. Estaba desesperado.

Fue a hablar con su jefe y le explicó la situación.

– No lo entiendo. Por más que me esfuerce, cada día corto menos árboles.

El hombre que le había contratado le miró y preguntó:

– ¿Cuánto hace que no afilas el hacha?

– ¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.

Ferran García de Palau García-Faria.

Instructor de Mindfulness acreditado del programa de Reducción de Estrés de la Universidad de Massachussetts (MBSR).

Responsable del área de Mindfulness y Crecimiento Personal en PSICOTOOLS.

Director de Formación del Colegio de Procuradores de Barcelona


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