En un retiro poco espiritual en un rincón perdido de Asturias, este verano un amigo me recomendó la lectura de dos novelas de Javier Vasserot sobre las firmas de servicios jurídicos: El juego de las élites (2019) y La condena de las élites (2021). Los he devorado. El autor dejó la abogacía de élite (con una impecable trayectoria) y plasmó en estos libros semiautobiográficos las luces y sombras de un nicho altamente competitivo que él califica como el «mundo de las élites» (grandes universidades, consultoras, despachos y fondos de inversión). Describe las trampas que encierran dichas organizaciones, el alto peaje que hay que pagar y cómo el hecho de ser fiel a tus principios puede acabar pasándote factura. Relata un juego de poder en la carrera de los abogados hacia la sociatura que es una auténtica vía crucis.

No puedo decir que las situaciones descritas me hayan sorprendido, de hecho, muchas me han resultado familiares al haber estudiado y trabajado como abogada y consultora en y para ese tipo de grandes organizaciones –aunque también admito que han marcado muy positivamente mi aprendizaje y trayectoria–. Pero me resisto a creer que sean situaciones absolutamente generalizadas y/o que se vayan a mantener en el tiempo con un retrato tan crudo de la abogacía. Llamadme idealista, pero ¡veo muchos cambios! Sea como fuere, os recomiendo su lectura e invito a reflexionar sobre los incentivos perversos y el riesgo de que determinadas políticas puedan inducir a profesionales capaces y honrados a conductas indeseables.

¿Qué precio hay que estar dispuesto a pagar para ser socio y un referente en el «mundo de las élites» o, como actualmente conocemos, la Abogacía de los Negocios? las estructuras, políticas retributivas, criterios de promoción, aceptación de asuntos, etc., deben estar orientadas con nuestros objetivos y la visión y misión de la firma y no actuar como incentivos perversos.

Es necesario adoptar las medidas correspondientes para que las conductas descritas no sucedan, que en el sistema no quepan las perversiones tan ambiciosas de poder desencadenantes de una posible pérdida de vida personal, salud y de valores.

¿Es un sistema sostenible?

¿Qué reflexión hacéis ante los constantes titulares de la prensa jurídica que ensalzan constantemente a quienes protagonizan los fichajes estrella, la cúpula de las firmas, a los líderes de operaciones relevantes o a la guerra por el talento? ¿Y de los rankings de directorios o premios jurídicos que hacen que, o estás en ellos o, literalmente, no seas uno de «los buenos»? ¿Es un sistema sostenible? ¿Son un negocio que pivota exclusivamente sobre la alimentación de egos? ¡Qué reglas del juego tan peligrosas nos ha tocado manejar! Y, a menudo, parece que no queda otra: o aceptas o te quedas fuera del mercado.

Además, cuanto antecede debe ser puesto en relación con otras dos realidades. Por un lado, (i) las cada vez más frecuentes salidas de socios de grandes firmas que, sin más explicaciones, alegan marcharse «para emprender nuevos retos profesionales y personales lejos de la estructura de un gran despacho». Y aquí entra la «Gran Renuncia» con su indudable componente emocional. Y, por otro, (i) algo que, año tras año, veo in crescendo cuando, en mis clases de marketing jurídico de las universidades en las que soy docente, pregunto quién quiere trabajar en «la élite». Ya apenas encuentro manos levantadas que estén dispuestas a pagar ese alto peaje, alegando que quieren vida personal más allá de la profesional, un despacho con propósito y aportación de valor a la sociedad y que no creen en la que hasta ahora ha sido la única trayectoria de éxito posible: desvivirse para ser socio en una «Gran Firma». ¿Qué estamos haciendo mal? Invito a la reflexión. Algunas cuestiones las tengo clarísimas.

La crisis global que estamos viviendo por la COVID-19, sumada a los antecedentes de la que arrancó con el 2008 –la versión moderna del crash del 29–, han cambiado la concepción del mercado laboral. El miedo y la caducidad vital han sacudido el corazón del sistema y sus consecuencias han marcado nuestras vidas. Las imágenes icónicas de estas estrellas jurídicas, cual rock stars, está cayendo en picado ante un auge imparable del llamado «Gran Despertar». Las prioridades han cambiado y las carreras profesionales, objetivos y propósitos vitales se han replanteado.

Se están redefiniendo el concepto de éxito y el sistema laboral. Hemos pasado del tener al ser, del work alcoholic a los profesionales que no queremos renunciar a nuestra vida personal, familiar y/o social, y al bienestar. Y el cambio no sólo afecta a las nuevas generaciones, sino también los seniors, que se están replanteando su situación. No es fácil hacerlo cuando estás en la cúspide, pues implica asumir riesgos y renuncias, pero todo depende de las prioridades que cada uno se defina y el precio que les pongas. He conocido, …conozco, a alguno de los abogados que se han arriesgado a hacer las cosas de otra manera y, lo admito, considero que su elección es un camino de autoliderazgo y equilibrio vital. 

Artículo publicado en Revista AJA, 06/10/22: link