Nuestra intención con este artículo es arrojar luz sobre la ardua pero a la vez apasionante tarea de elegir el nombre adecuado para nuestra marca en un sector, como es el legal, en el que la tradición, el apellido y los personalismos siguen hoy a la orden del día.
Hablar del naming o lo que viene a ser lo mismo, del nombre, es el mensaje más visto, leído, escrito y aplicado de cualquier marca, una tarea compleja, donde la creatividad y técnica se unen para crear eso que muchos reconocen como “marca”.
Desde el punto de vista técnico, para que el naming funcione, debe existir la comunión entre la parte creativa, su viabilidad lingüística, la importante porción cultural y social y por supuesto, el todopoderoso marketing.
Un cóctel que no debemos tomar a la ligera ya que parte del éxito de nuestra marca dependerá en buena medida del nombre.
En esa elección está el arte de acercarse al poder que tienen nuestras emociones, buscando a través del naming un camino que nos toque “la fibra” para obtener el deseado reconocimiento en nuestro sector profesional.
Pensemos que los nombres se van llenando de contenido gracias a los significados que nosotros, los usuarios, proyectamos sobre ellos, clave para diferenciarnos, ser recordados y dejar huella.
Y sí, muchos pensaréis que una firma legal no tiene nada que ver con vender zapatillas, teléfonos o refrescos y que, por ello, sigue siendo normal trabajar con nombres propios, apellidos o siglas, que tienen por objetivo el ansiado reconocimiento y prestigio como sucede en otros sectores. La alta costura, sin ir más lejos, donde el nombre propio trasciende hasta convertirse en marca comercial.
Pues bien, la tendencia está cambiando y el sector legal poco a poco va incorporando nuevos nombres de firmas legales que pretenden ser más progresistas, integrativas, sostenibles y originales, encontrando en el naming un punto de partida en el que proyectarse, siempre teniendo en cuenta deben transmitir profesionalismo, eficiencia y confianza, entre otros valores clave.
Romper esas barreras hoy ya es una realidad pero, cuidado, siempre debe ir de la mano de la estrategia, para lo que recomendamos confiarse a un equipo profesional que parta del briefing del cliente y oriente el acto creativo a la identidad y estrategia de la Firma (posicionamiento, target, mercado, propuesta de valor, etc).
Así que una vez nos hemos decidido a contratar la creación del naming, el método para su desarrollo variará dependiendo de cada Firma y su plan de estratégico, pero podemos resumir que los motivos principales tienen que ver en muchos casos con estos cuatro tipologías básicas:
· Una nueva incorporación al mercado.
· Expandirse dentro o fuera de nuestras fronteras (políticas y culturales).
· Fusiones empresariales.
· Creación de submarcas o servicios específicos que requieren de un nuevo nombre más comercial.
En cualquier caso los requisitos previos más básicos de nuestro naming son invariables y nos gusta resumirlos así:
· Que podamos relacionarlo de algún modo con el sector y/o actividad/es.
· Que nos diferencie respecto a otras marcas de nuestro entorno profesional.
· Por supuesto, que sea viable jurídicamente.
· Si es breve, siempre mejor.
· Que sea memorable, la parte a la que siempre aspiramos.
· Que sea registrable, tanto en online como offline. En este último caso un factor determinante y limitante porque hay infinidad de dominios que ya han sido pensados y registrados con anterioridad por raros u originales que nos parezcan.
Bajo estos puntos, ya podemos adentrarnos en la emocionante tarea de crear un nombre, que a nosotros los diseñadores y creativos, nos gusta clasificar en grupos dependiendo de su naturaleza como, por ejemplo:
· Naming descriptivo: como los que tienen marcas del tipo Legálitas o Lexlegal, son nombres claros, simples y fáciles de interpretar y recordar. Exigen menor inversión en su comunicación pero suelen ser difíciles a la hora de registrar.
· Naming emocional: por lo general son inspiradores y creativos. Del tipo:Twitter o Netflix. Estos no atienden a un significado en concreto y se busca sobre todo la originalidad partiendo de una base más o menos lógica en la raíz del nombre. Pueden ser más fáciles de registrar ya que en muchos casos son palabras inventadas o que parten de otras que ya existen pero modificadas para obtener alguna singularidad. Por lo general requieren una mayor inversión en comunicación.
· Naming abstracto: como máximo exponente de la comunicación emocional. Como por ejemplo: Ontier o La Guard, se proclaman como los más exclusivos, favorecen la comprensión en múltiples idiomas ya que muchas veces “suenan” internacionales y, por tanto, facilitan la entrada en el actual mercado tan global como el actual. Carecen en muchos casos de un patrimonio emocional y su registro no debería ser un problema. También exigen una mayor inversión en comunicación.
Imaginemos elegir nombre para tu firma legal que además de inspirar la confianza necesaria para competir en el mercado, debe ser al mismo tiempo único, original y memorable, todo un reto que nos encantaría abordar contigo.
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